Todo es silencio(c.3)

Todo es silencio(c.3)

Author:Manuel Rivas
Language: es
Format: mobi
Tags: Novela Policiaca
Published: 2010-12-30T23:00:00+00:00


—¡Por fin! Vamos allá. ¡Invernó, Carburo, a la conquista del Oeste!

Mariscal fue hacia la mesa de billar y agarró el palo a modo de puntero. Todos los demás interrumpieron las partidas. Los naipes y las fichas, que segundos antes algareaban o graznaban como portadores de destino, se quedaron desvalidos, signos abandonados a su suerte.

—Lo siento, señores, se nos echó la noche encima —sentenció, de entrada, Mariscal—. Si alguien tiene obligaciones domésticas, pues... No quiero que sus mujeres se enojen conmigo. ¿Nadie? Bueno, mejor. Éste puede ser un gran día para todos. Para... La Sociedad.

Mariscal exploró con la mirada la mesa de billar, como si acabase de descubrir una tierra incógnita.

—Todos ustedes saben lo que es una mamma, ¿verdad?

Se le veía pletórico. Con un mensaje para el mundo.

—Siempre pensando en lo mismo... Una mujer va con su hijo recién nacido a la consulta y el médico le pregunta: ¿Qué tal? ¿Mama bien el bebé? Y la mamá responde: ¡Muy bien, doctor! ¡Mama como una persona mayor!

Se produjo la primera cosecha de murmullos de asentimiento y risas.

—Hablando de mamar, tenemos un abogado nuevo. Un tipo brillante, que debe de andar por ahí. Procurad evitarlo. Ya sabéis. ¡Los curas y los abogados que nunca suban a un barco!

Las miradas buscaron a Óscar Mendoza, y enseguida lo reconocieron por el traje impecable, un porte refinado que contrastaba con la rudeza de las zamarras y el cuero de las cazadoras.

—El humor es bueno para los negocios. Hay mucho amargado y el dinero quiere alegría. ¡El dinero es como la gente!

Dirigió de nuevo la atención a la mesa de billar. Cambió de cara. Disponía de una buena colección, que utilizaba con habilidad. Pensativo. Serio.

—¡Adelante, Carburo!

Carburo, para sorpresa general, dobló el tapete verde por una esquina y lo fue enrollando al tiempo que quedaba al descubierto un gran mapa de Europa. En coordenadas marítimas del Mediterráneo y el Atlántico había lugares indicados con cruces trazadas con lápiz rojo, donde un segundo ayudante, Invernó, fue colocando las bolas de billar.

Mariscal siguió la operación muy atento, con una enigmática sonrisa y, cuando el subordinado hubo acabado, utilizó el taco a modo de puntero, rozando suavemente las bolas al tiempo que desgranaba el nudo de su discurso.

—Pues bien, señores. Hay veinticinco mammas con tabaco por las costas de Europa. La mayoría están en el Mediterráneo. Cerca de Grecia, de Italia, en Sicilia y por ahí... Incluso en el Adriático y en la costa de países comunistas hay alguna mamma. ¡Ellos también tienen vicios!

Hizo una de sus pausas cómicas, en las que permanecía caviloso y serio mientras los demás le reían la broma. Pasó al siguiente movimiento con el palo del billar y fue como mover una batuta. Iba en dirección Oeste, en medio ya de un silencio absoluto.

—¿Dónde estamos nosotros?

Bajó rápidamente el taco y golpeó.

—¡Aquí! Noroeste cuarta Oeste. Stricto sensu.

Todos observaron el propio lugar. Esa sorpresa que se experimenta cuando uno ve desde fuera el lugar que pisa.

—Si nos desplazamos un poco al sur, sólo un poco, encontraremos lo que más nos interesa.



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